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sábado, 31 de enero de 2015

Dolor hermoso

Bueno, después de una fantástica sesión, en la cual ella llegó a ser el sujeto de un par de juguetes nuevos, se quedó con la palabra “puta” pintada en su espalda y acabó encontrándose con algunas marcas bonitas justo por encima de su trasero.
Después de que su vuelo hubiera bajado un poco, empezó a elevarse de nuevo a otras alturas, donde su Dominante la llevó a las lágrimas con cuarenta latigazos con un látigo de una sola cola. Desde hacía mucho tiempo, ella quería probarlo porque sospechaba del dolor tan fascinante que le produciría, a juzgar por las marcas que había visto en  una amiga suya, también sumisa y masoquista. Finalmente, fue lo suficientemente valiente para probarlo. Mantuvo su postura y con su actitud y estímulo de que era capaz de recibir  unos azotes decentes y diferentes. Recibió más de los que pensaba que podría. Después de tres en cada lado, recuperó su aliento y pensó en uno o varios más.
Ella aguantó y se sentía muy profundamente orgullosa de sí misma por recibir esa cantidad por primera vez. Lloraba y gritaba de dolor, pero eso sólo hacía que la sesión fuera más excitante. Le dolió y fue hermoso. A veces, se ha cuestionado cuán masoquista realmente es, pero ella que sabe que es ella. Esto la hacía sentirse viva, la hacía presionar a su Dominante  y querer más.  Era su liberación. Ella viaja a su mente con frecuencia para tratar de revivir y recordar lo que sentía, pero no puede imaginarlo. Era algo que necesitaba experimentar y vivir una y otra vez de muchas maneras.
Ella me dijo: “Soy masoquista y me siento orgullosa a dónde me lleva. Estoy orgullosa de lo que sufro y me siento orgullosa de mi hambre por el dolor. Comento con otras masoquistas profundas y tengo temor de ellas, pues quiero recibir el tipo de castigo que ellas soportan. Soy consciente que esto lleva tiempo el llegar a ese nivel, pero es parte de la diversión.”
“Me quema y me duele. Cada movimiento duele y me encanta cada minuto del mismo.”
“Dolor hermoso.”

viernes, 2 de enero de 2015

Oda al látigo

Ha pasado bastante tiempo desde que ella experimentó algunas de las cosas que  necesitaba en el pasado. El beso dulce del látigo, cuando sus tiras de cuero acarician antes de morder. El aguijón del látigo, como la picadura de una víbora mientras desgarra la carne. Estas son las cosas que sólo una puta del dolor puede comprender. La liberación catártica de la tensión, mientras la carne de su cuerpo es golpeada.
Mientras tiembla entre sus ataduras, cuando el cuero tras el cuero aterriza, los verdugones se cruzan a lo largo de su espalda y piernas. Esa capa de sudor cubriendo su cuerpo, enfriando el fuego en su piel, mientras el látigo serpentea para azotar, golpeando de nuevo en su casa.
Hace años que ella no sentía estas cosas. Desde la última vez, en que se puso en contacto con esos recovecos oscuros y profundos  de su mente, el látigo es el único que la libera para acceder a los rincones oscuros donde residen los ecos y demonios y monstruos del pasado.
Ella ha experimentado la verdadera libertad con el impacto sobre su piel. La belleza de dejarle con el látigo la pulpa de unos moratones de sangre contenida, el goteo de las gotas de sudor externo que absorbe, un rostro surcado por las manchas de las lágrimas y lloriqueando mientras la hace volar.
En cierto modo, ella suspira para, una vez más, sentir la poesía violenta del látigo de cuero. Están en perfecta armonía, el cuero y ella, que la lleva y le da, la golpea y hace sangrar y ambos lloran. La armonía de los gritos mezclados con las grietas del cuero, las rasgaduras de la piel y el silbido de la bajada del látigo a través del aire.
Todo es una sinfonía dulce, mientras ella se sumerge más en el subespacio. La cacofonía del sonido abrumador mientras se hunde. La liberación gozosa en el espacio, el nivel más alto de los sentimientos y de las emociones. Es puro gozo.

sábado, 20 de diciembre de 2014

¿Cómo me siento cuando veo el miedo en tus ojos?

Contento.
La vida es como debería ser, si ves el miedo cuando observas la gravedad de mi expresión. No estoy jugando contigo cuando  mis ojos son de color oscuro y fríos. Te estoy diseccionando.
Si la expresión de mi rostro, mi mirada y el desencaje de mis facciones son poco atractivos, tu medidor del miedo debería subir.
¿Cómo me siento cuando no sube? Me siento comprendido.
Si sube, sé que no me comprendes. Obviamente, no me has estado prestando atención. No he ocultado el hecho de que ya soy despiadado e intolerante cuando se trata de la falta de respeto y la insensatez.
¿Cómo me siento? Frío, brutal y decisivo.
Es dolorosamente obvio que el miedo debe ser inculcado. Doloroso para tí y agradable para mí. Incluso, conteniendo tu aliento con una rodilla fuerte contra tu pubis, parece hasta razonable.
A medida que tu cabeza baja automáticamente, “tus órganos responden para ahorrarse tu orgasmo.” La reacción instintiva de lo simple es llevar la rodilla hacia arriba, una vez más, a la cara. Es el miedo ganado a través de la reacción, no de la especulación.
Esto no debería ser de esta manera.  Escucha para creerme cuando te pido…yo soy serio, ¿o no?
La forma más fácil es mi manera… tu elección, no tanto.

domingo, 7 de diciembre de 2014

El hambre ha vuelto

Durante unos pocos años, he estado hibernando, y ya rehecho, desde la consideración de que me convertiré en el receptor primario de mis experiencias de vida y deseos de entrenar a una mujer en la sumisión para que se entregue.
En la medida que la lluvia cae, veo mi resistencia a la nueva carne femenina caer en el camino. Es una buena sensación.
Ahora estoy mirando a una posible sumisa con nuevos ojos. Esta vez, estoy reflexionando en lo mucho que no solo puede dar, sino en lo mucho que puede llegar a conseguir a través de mí. Voy a elegir a la que tiene sus ojos puestos en mí, no sólo un ojo, sino los dos ojos.
A menudo, he escogido a aquellas sin experiencias. Otras veces, a las que son realmente nuevas a la realidad de la D/s. Generalmente, no elijo a la que ha estado con muchos dominantes. Tampoco, voy a elegir a las que quieren estar con todo el mundo.
Tengo el deseo de moldear a una mujer en todo a lo que una vez soné que podría ser a través de la sumisión. No a una mujer con la mentalidad única de tener su coño jodido y todas las demás morbosidades que alguna vez haya pensado a través de mí.
No voy a elegir a la única que se da cuenta de ese pequeño viaje que nunca será suficiente para mí.
Necesito estar inspirado día tras día, no momento a momento. La sumisa debe ser impulsada a complacerme, porque mi placer la hace realmente feliz. A pesar de que no puede venir a mí como una masoquista, sus deseos, por mi marca de dureza y pasiones, le darán el valor para tener éxito en la aceptación de mis necesidades sobre las suyas.
Ella debe ser capaz de vivir con una mente libre. Debe encajar bien en mi vida. Debe ser fuerte de cuerpo y mente, porque la usaré para mis entrenamientos. Debe ser exitable fácilmente, pero no consumirse con su excitación.
Pero, en primer lugar, lo que me atrae, es su mente.

sábado, 29 de noviembre de 2014

Mi lenguaje de amor: Humildad

Mi lenguaje de amor siempre ha estado en el límite. Las palabras caen de las puntas de mis dedos tan fácilmente como vivo los pensamientos. Ramificaciones enormes de la imagen de la responsabilidad que viene con el poder.
La humillación es el fuego que alimenta mi pasión por la humilde masoquista. Al saber que su lujuria es alimentada por mi pasión para humillarla en una humildad más profunda.
No siempre prospero en este exceso, pero, a medida que cada capa se despega, la primera capa bajo el vientre de la mente de la masoquista es ser jodida.
A medida que ella se permite a sí misma, sentir su yo más vil sin culpa o miedo al rechazo, mi sonrisa se ensancha. Ella se centra en mí. Ella lo sabe.
Yo la comprendo y la llevaré más allá del infierno y, de vuelta, ella pensaba que lo deseaba. Esta es la magia que compartimos el sádico y la masoquista. Pero, mejor aún, no le llevó mucho tiempo para comprender que no estoy sintiendo sus fantasías.
La conozco. La controlo desde el núcleo de sus necesidades más oscuras, porque tenemos deseos de que coincidan.
La humildad de la masoquista y el sádico de bronce.

martes, 25 de noviembre de 2014

Cuando te arrodillas para mí

Esta mañana, he estado pensando sobre la entrega en la sumisión y el juego de los roles.
Arrodillarse es uno de los actos que muestra el espacio de la cabeza de quien está delante de mí. No tengo ninguna preocupación por la autenticidad de la sumisa, porque sé que está en un viaje que le llevará o no le llevará a una mayor profundidad en un día.
Tampoco tengo necesidad de alentar o desalentar ese viaje. No es mío.
Arrodillarse es una de las formas más básicas de sumisión. Dice mucho sin decir una palabra.  Para algunas, es absoluta y físicamente imposible arrodillarse y, para otras, el arrodillarse, no puede durar mucho.
Cuando el arrodillarse se hace bien, con elegancia, con una combinación de alegría y moderación, me emociona. Este simple acto puede transmitir cualquier cosa, desde las emociones sexuales de la sumisa a las sensuales, obedientes, eróticas o humildes.
Esta posición más humilde puede mostrar una fuerza que es casi inimaginable o de una fragilidad impresionante. El simple acto del ritual de arrodillarse, a menudo, es el inicio de una interacción conmigo. De hecho, el primer acto al que induzco a una sumisa cuando inicio una sesión con ella, es a arrodillarse.

En la entrega, el arrodillarse toma un tono diferente. Uno nunca sabe cómo se va a revelar una mujer cuando se la induce a arrodillarse por primera vez, mientras que las sumisas o esclavas se entregan de una manera diferente. Para mí, es obvio, y deseable, pero este tipo de arrodillarse, se gana aplicando una dominación consistente sobre la sujeta.

viernes, 21 de noviembre de 2014

¿Por qué me gusta follar a una sumisa por el culo?

La respuesta es poco seria: Porque puedo. La frivolidad superficial no tiene lugar en este proceso de pensar. Las razones son muy importantes para mí.
El poder es la primera palabra que viene a mi mente. Mi poder sobre su feminidad. El portal para poseerla, dentro… por dentro y por fuera. Ella no puede escapar del poder de mi empuje, si ella es mi pasión, ni ignorar la mitad de su culo, si no estoy inspirado.
Control.- Una palabra que no se puede negar. El saber que la controlo sexualmente, me excita. Conocerla, mientras arrastro su culo hacia mi entrepierna con mis dos manos viriles y apretando fuerte sus caderas, sabiendo que está siendo controlada, incrementa mi lujuria para ejercer mi poder sobre ella.
Poder y control.- Estoy empezando a sentir la definición de mis creencias.
Mi autoridad se manifiesta por sí misma en mis direcciones. Cuándo, cómo y por qué. No hay opciones. “Agáchate, perra, tu culo es mío.” Después de todo, yo soy el Boss.
Poder, control y autoridad.- En una relación de larga duración, con ella empalada por mi falo, me satisface de tal manera que, la vinculación informal nunca lo hace.