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sábado, 29 de noviembre de 2014

Mi lenguaje de amor: Humildad

Mi lenguaje de amor siempre ha estado en el límite. Las palabras caen de las puntas de mis dedos tan fácilmente como vivo los pensamientos. Ramificaciones enormes de la imagen de la responsabilidad que viene con el poder.
La humillación es el fuego que alimenta mi pasión por la humilde masoquista. Al saber que su lujuria es alimentada por mi pasión para humillarla en una humildad más profunda.
No siempre prospero en este exceso, pero, a medida que cada capa se despega, la primera capa bajo el vientre de la mente de la masoquista es ser jodida.
A medida que ella se permite a sí misma, sentir su yo más vil sin culpa o miedo al rechazo, mi sonrisa se ensancha. Ella se centra en mí. Ella lo sabe.
Yo la comprendo y la llevaré más allá del infierno y, de vuelta, ella pensaba que lo deseaba. Esta es la magia que compartimos el sádico y la masoquista. Pero, mejor aún, no le llevó mucho tiempo para comprender que no estoy sintiendo sus fantasías.
La conozco. La controlo desde el núcleo de sus necesidades más oscuras, porque tenemos deseos de que coincidan.
La humildad de la masoquista y el sádico de bronce.

martes, 25 de noviembre de 2014

Cuando te arrodillas para mí

Esta mañana, he estado pensando sobre la entrega en la sumisión y el juego de los roles.
Arrodillarse es uno de los actos que muestra el espacio de la cabeza de quien está delante de mí. No tengo ninguna preocupación por la autenticidad de la sumisa, porque sé que está en un viaje que le llevará o no le llevará a una mayor profundidad en un día.
Tampoco tengo necesidad de alentar o desalentar ese viaje. No es mío.
Arrodillarse es una de las formas más básicas de sumisión. Dice mucho sin decir una palabra.  Para algunas, es absoluta y físicamente imposible arrodillarse y, para otras, el arrodillarse, no puede durar mucho.
Cuando el arrodillarse se hace bien, con elegancia, con una combinación de alegría y moderación, me emociona. Este simple acto puede transmitir cualquier cosa, desde las emociones sexuales de la sumisa a las sensuales, obedientes, eróticas o humildes.
Esta posición más humilde puede mostrar una fuerza que es casi inimaginable o de una fragilidad impresionante. El simple acto del ritual de arrodillarse, a menudo, es el inicio de una interacción conmigo. De hecho, el primer acto al que induzco a una sumisa cuando inicio una sesión con ella, es a arrodillarse.

En la entrega, el arrodillarse toma un tono diferente. Uno nunca sabe cómo se va a revelar una mujer cuando se la induce a arrodillarse por primera vez, mientras que las sumisas o esclavas se entregan de una manera diferente. Para mí, es obvio, y deseable, pero este tipo de arrodillarse, se gana aplicando una dominación consistente sobre la sujeta.

viernes, 21 de noviembre de 2014

¿Por qué me gusta follar a una sumisa por el culo?

La respuesta es poco seria: Porque puedo. La frivolidad superficial no tiene lugar en este proceso de pensar. Las razones son muy importantes para mí.
El poder es la primera palabra que viene a mi mente. Mi poder sobre su feminidad. El portal para poseerla, dentro… por dentro y por fuera. Ella no puede escapar del poder de mi empuje, si ella es mi pasión, ni ignorar la mitad de su culo, si no estoy inspirado.
Control.- Una palabra que no se puede negar. El saber que la controlo sexualmente, me excita. Conocerla, mientras arrastro su culo hacia mi entrepierna con mis dos manos viriles y apretando fuerte sus caderas, sabiendo que está siendo controlada, incrementa mi lujuria para ejercer mi poder sobre ella.
Poder y control.- Estoy empezando a sentir la definición de mis creencias.
Mi autoridad se manifiesta por sí misma en mis direcciones. Cuándo, cómo y por qué. No hay opciones. “Agáchate, perra, tu culo es mío.” Después de todo, yo soy el Boss.
Poder, control y autoridad.- En una relación de larga duración, con ella empalada por mi falo, me satisface de tal manera que, la vinculación informal nunca lo hace.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Mi pasión por el dolor y el placer

Es una fascinación que la razón de la brutalidad me seduzca, no es tan importante como el hecho de que la brutalidad me atraiga.
La brutalidad por sí misma no tiene ningún interés para mí. Para sentir el gruñido de la víctima en mi estómago, debe estar motivada para sobrevivir e, incluso, prosperar bajo la práctica de mi mano. Por mucho que ella lo necesite llevarlo a cabo, es imposible dejar salir la embriaguez de mi crueldad.
Mis pasiones se inflaman cuando mi cinturón golpea culos suaves y vulnerables sin empatía o compasión. El hecho del consentimiento no consensuado, el tipo de las lecciones de no ficción son enseñadas a alguien que las aprende mejor de esta manera. A través de mi extrema dominación, ni los mimos de su ego ni su adicción crecen.
El cuero duro e implacable de la tawse, la cuerda enrrollada y muy apretada alrededor de los tobillos desnudos. Mordiendo torpe y dolorosamente en la frágil carne, sin sentir ningún remordimiento por haber causado el dolor persistente. Realmente, me emociona cómo otro nivel de resistencia es creado por las ataduras.
La frialdad en mi vientre aumenta mis deseos. La resistencia, a pesar de ser inútil, también añade un grado de salvajismo con los dientes rechinando y los puños apretados. Mi corazón dice tráela gritando y tratando de escapar. Solloza y promete algo que no le hace ningún bien en absoluto. No tengo ninguna misericordia cuando es un placer que busco. Soy un hombre egoísta, ¿qué puedo decir?
Su dolor es mi pasión y mi pasión es su dolor. El círculo de la dominación y la sumisión.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Piedad

Asalto tus sentidos, tanto físicos como emocionales, sin descanso. No te atreves a decirme que pare o que me vaya. Cuando cojo tu culo, cada vez más lejos, es brutal y las chispas de amor y dolor, al mismo tiempo, te sobrecargan por completo. Viste que la otra noche fue diferente. Tan diferente. Sólo tratando de procesar lo que te estaba sucediendo era suficiente, incluso para las masoquistas más avanzadas. Aunque yo te había perdido y necesitabas que me mostrara cuánto. A medida que te llevaba hacia mí, todo lo que podías hacer, era pedirme misericordia. El perdón nunca llegó. En respuesta a tus peticiones para que me frenara, te contesté con la boca. No con mis palabras… sino con mi boca.
Mientras enterraba mis dientes en tu espalda, todo lo que podías hacer era gritar. Gritaste tan fuerte, tan salvaje y tan fiera que pensaste… esta vez, es seguro que viene la policía. Ésta nunca llegó, pero te mordisqueé y las marcas no desaparecieron. Al menos, esa no era una noche para la piedad, eso pensé en ese momento. (Una semana después, los moratones conservaban su color vívido). Trataste de procesar el ataque a tu culo y a tu espalda. Lo único que salió fueron gritos. Gritos de películas de terror. Los gritos que se escuchan cuando la protagonista de la película sabe que ha encontrado su final. Te tapé la boca y te protegí con mi propia boca. Tenías tanto miedo de que la policía fuera a venir. Si ellos se hubieran acercado y escucharan los ruidos que salían de tu habitación, me hubieran llevado a la cárcel. Sin lugar a duda. ¡Oh, Dios! Eso hubiera sido trágico. Nadie nos comprende y es tan frustrante, e incluso, a veces, hiriente.
Pero… cuando estaba terminando de hacerte el amor, te rompí tu corazón. Me senté en la esquina de la cama con una mirada de tristeza y remordimiento que no se te ha olvidado todavía. Mi mirada de arrepentimiento fue muy devastadora para tí. Tu ángel hermoso nunca se arrepiente de lo que soy, nunca me arrepentí de lo que te infligí. Sé que lo recibías con amor porque te amo profundamente. Necesitas que me entregue a tí. Quieres todo lo hermoso de este sádico. Y me dices: “Mi hermoso Ben Alí. No hay otra alma como la tuya en este planeta.”
Mientras yacías allí, tu cerebro estaba activo, pero tu cuerpo estaba débil. Tu brazo colgaba sobre la cama y no tenías la fuerza para levantarte. Querías tocarme con tu mano y decirme lo mucho que me amas, eras toda tú. No podías. No podías encontrar la fuerza física para moverte. Te las arreglaste para cubrirte una nalga de tu trasero, pero no pudiste encontrar la fuerza para cubrirte la otra parte. Te caíste y te quemaste toda. A pesar de que estabas allí expuesta, no te importó. Lo único que te importa era recuperar tu aliento, tu cordura, tu compostura y tu corazón.
De alguna manera, te lo hice. Cuando estoy por la zona, te subes en una montaña rusa y lo que sabes, está fuera de tu mente. Estás conmigo y yo estoy contigo. Para tí, no existe nadie que no sea yo. Soy la única persona que existe en tu mente, en tu corazón, en tu cuerpo y en tu alma. A pesar de todo lo que sacudo a tus sentidos, siempre recuerdas de haberlo olvidado después. Siempre te aseguras de estar compuesta. Sé lo consciente que eres con tu cuerpo. En la cama, te hago los gestos más dulces mirándote con tristeza. Bajo tu camisón, para que estuvieras más cómoda. Yo sabía que te sentirías humillada y te cubriría  para prevenir que tu corazón sintiera una pizca de vergüenza y sonrojo.
Yo sabía lo infeliz que serías sintiéndote expuesta, que cogiera tu camisón y te cubriera. Esto es amor. Esto es porque me amas profundamente. Sabes que tengo esos momentos de ternura. Mi delicadeza es tan brutal como mi sadismo. Te hice llorar, y todavía te sigo haciendo llorar. Te hice amar. Te hice creer. Te hice creer que tus sentimientos valen algo. Tus necesidades son importantes. Tu amor es digno de conservarlo.
“Gracias, por ser tan hermoso. Gracias por ser tan intenso. Gracias, por estar ahí, siempre para mí. Te quiero,” me dijiste