Bueno, después de una fantástica sesión, en la cual
ella llegó a ser el sujeto de un par de juguetes nuevos, se quedó con la
palabra “puta” pintada en su espalda y acabó encontrándose con algunas marcas
bonitas justo por encima de su trasero.
Después de que su vuelo hubiera bajado un poco,
empezó a elevarse de nuevo a otras alturas, donde su Dominante la llevó a las
lágrimas con cuarenta latigazos con un látigo de una sola cola. Desde hacía
mucho tiempo, ella quería probarlo porque sospechaba del dolor tan fascinante
que le produciría, a juzgar por las marcas que había visto en una amiga suya, también sumisa y masoquista.
Finalmente, fue lo suficientemente valiente para probarlo. Mantuvo su postura y
con su actitud y estímulo de que era capaz de recibir unos azotes decentes y diferentes. Recibió más
de los que pensaba que podría. Después de tres en cada lado, recuperó su
aliento y pensó en uno o varios más.
Ella aguantó y se sentía muy profundamente orgullosa
de sí misma por recibir esa cantidad por primera vez. Lloraba y gritaba de
dolor, pero eso sólo hacía que la sesión fuera más excitante. Le dolió y fue
hermoso. A veces, se ha cuestionado cuán masoquista realmente es, pero ella que
sabe que es ella. Esto la hacía sentirse viva, la hacía presionar a su Dominante
y querer más. Era su liberación. Ella viaja a su mente con
frecuencia para tratar de revivir y recordar lo que sentía, pero no puede
imaginarlo. Era algo que necesitaba experimentar y vivir una y otra vez de
muchas maneras.
Ella me dijo: “Soy masoquista y me siento orgullosa
a dónde me lleva. Estoy orgullosa de lo que sufro y me siento orgullosa de mi
hambre por el dolor. Comento con otras masoquistas profundas y tengo temor de
ellas, pues quiero recibir el tipo de castigo que ellas soportan. Soy consciente
que esto lleva tiempo el llegar a ese nivel, pero es parte de la diversión.”
“Me quema y me duele. Cada movimiento duele y me
encanta cada minuto del mismo.”
“Dolor hermoso.”
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