Ha
pasado bastante tiempo desde que ella experimentó algunas de las cosas que necesitaba en el pasado. El beso dulce del
látigo, cuando sus tiras de cuero acarician antes de morder. El aguijón del
látigo, como la picadura de una víbora mientras desgarra la carne. Estas son
las cosas que sólo una puta del dolor puede comprender. La liberación catártica
de la tensión, mientras la carne de su cuerpo es golpeada.
Mientras
tiembla entre sus ataduras, cuando el cuero tras el cuero aterriza, los
verdugones se cruzan a lo largo de su espalda y piernas. Esa capa de sudor
cubriendo su cuerpo, enfriando el fuego en su piel, mientras el látigo
serpentea para azotar, golpeando de nuevo en su casa.
Hace
años que ella no sentía estas cosas. Desde la última vez, en que se puso en
contacto con esos recovecos oscuros y profundos
de su mente, el látigo es el único que la libera para acceder a los
rincones oscuros donde residen los ecos y demonios y monstruos del pasado.
Ella
ha experimentado la verdadera libertad con el impacto sobre su piel. La belleza
de dejarle con el látigo la pulpa de unos moratones de sangre contenida, el
goteo de las gotas de sudor externo que absorbe, un rostro surcado por las
manchas de las lágrimas y lloriqueando mientras la hace volar.
En
cierto modo, ella suspira para, una vez más, sentir la poesía violenta del
látigo de cuero. Están en perfecta armonía, el cuero y ella, que la lleva y le
da, la golpea y hace sangrar y ambos lloran. La armonía de los gritos mezclados
con las grietas del cuero, las rasgaduras de la piel y el silbido de la bajada
del látigo a través del aire.
Todo
es una sinfonía dulce, mientras ella se sumerge más en el subespacio. La
cacofonía del sonido abrumador mientras se hunde. La liberación gozosa en el
espacio, el nivel más alto de los sentimientos y de las emociones. Es puro
gozo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario