Leyendo
este blog suyo, me ha hecho pensar. Antes de empezar, debo enfatizar que estoy
escribiendo sobre mi propia experiencia. No tengo ni idea si otras personas
pueden estar relacionadas con esto o no y, ciertamente, no pretendo decirle a
nadie cómo deben sentir o de que mi manera sea mejor o peor que cualquier otra.
Soy
masoquista y no me gusta el dolor. Ya está. Lo he dicho.
Incluso
antes de que yo fuera lo suficiente mayor para pensar sobre el sexo, tenía
fantasías sobre el dolor. Y después de empezar a pensar sobre el sexo, el dolor
siempre formaba parte de mis fantasías.
La
primera vez, cuando era una adolescente, persuadí a mi amante para que me
azotara con un cinturón y me sorprendí al descubrir que, a diferencia de la
fantasía, el dolor duele. Era desagradable. En absoluto, era la manera que yo
lo había imaginado. Me dejó profundamente confusa. Durante un tiempo, me negaba
a reconocer que era masoquista porque, en un sentido simple y directo, no
encontraba agradable al dolor. Aún así, yo lo deseaba. Era la fuente de mi energía,
sin la cual, mi sexualidad tenía tan poca vida como la de mi teléfono móvil
cuando me olvidaba de cargarlo.
He
tardado mucho tiempo, pero creo que he empezado a comprenderlo un poco.
La
palabra “dolor” abarca una gran cantidad de experiencias diferentes y
diferentes personas lo utilizan para describir cosas diferentes. Así es como yo
lo siento.
Bajo
las condiciones adecuadas, es posible presionar el umbral del dolor bastante
lejos y jugar hasta un punto donde puede ser maravilloso y estimulante por
derecho propio. Es bueno tener a alguien que me azote fuerte y sentir la
sensación, incluso el daño superficial, sin ninguna de las incomodidades reales
que se le atribuyen. En su mejor momento, me hace sentir fuerte, invulnerable,
irrompible (aunque sé que esto es una ilusión).
Sin
embargo, para mí, el dolor es lo que sucede más allá del punto en el empieza
realmente a doler. Es donde el sufrimiento se hace real y, en algún nivel,
quiero parar. Por qué me gusta jugar más allá de ese punto, es difícil de
explicar. Esta es la mejor manera que puedo decirlo.
No
me gusta el dolor, pero me gusta el efecto que tiene sobre mí. Me gusta la
anticipación, la manera que me hace sentir viva. Me gusta ser capaz de decir
“sí,”, mientras mi miedo está gritando “no.” Me gusta la tensión entre el deseo
de alejarme y el no poder o elegir no hacerlo. Me gusta el efecto que tiene
sobre mi cuerpo, el deseo lo extrae. Me gusta ver la manera que el mundo se
mueve a mí alrededor y sentirme diferente, más diferente, más vibrante.
Si
el sadomasoquismo es un arte, entonces, su paleta es el sentimiento y la
emoción humana. Aprecio los colores oscuros porque son parte de la belleza. Con
ellos, es posible crear los contrastes. El espacio que crea, la paz perfecta
que viene después. La manera que el más ligero toque de ternura o de afecto que,
de repente, se siente, es todo mi mundo, es como encender una vela en la
oscuridad más absoluta.
El
dolor derriba los muros que tengo para mantener a la gente fuera. Es como me
conecto profundamente, ofreciendo ese dolor, el miedo y la lucha a la persona
que quiere valorarlo.
Es
el precio que estoy dispuesta a pagar por lo que soy, y la forma en que me
gusta.
Una
masoquista